Capturada viva y encerrada en una habitación (en el ojo se refleja una ventana y la sombra del animal se proyecta sobre un pavimento liso), esta pequeña liebre de orejas erguidas por el miedo revela el amor de Durero a los animales y la portentosa capacidad de su pincel en lo minucioso, comparable sólo al lápiz de Leonardo.
Obra maestra expresiva más aún que colorista, figura merecidamente y desde siempre entre las más conocidas y populares acuarelas del maestro.