Según las descripciones antiguas este pudo ser el aspecto del interior del Partenón (s.V.a.d.C) con la mágnífica escultura de Fidias: una gigantesca imagen de madera, de unos once metros de altura, como un árbol, totalmente recubierta de materias preciosas: la armadura y las guarniciones, de oro; la piel, de marfil.
Estaba también llena de color brillante y vigoroso sobre el escudo y otros lugares de la armadura, sin olvidar los ojos hechos de piedras preciosas resplandecientes.
En el dorado yelmo de la diosa sobresalían unos grifos, y los ojos de una gran serpiente enrollada en la cara interior del escudo estaban marcados también, sin duda, por dos brillantes piedras. Debió haber sido una visión atemorizadora y llena de misterio la que ofrecía al ingresar en el templo y hallarse, de pronto, frente a frente con esa gigantesca estatua.
Era, sin duda alguna, casi primitiva y salvaje en algunos de sus aspectos
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