En “La conversación” se ve a un matrimonio
conversando; sin embargo, esa conversación es muda, los
personajes son inexorablemente opuestos: el hombre (un autorretrato) es la
figura dominante, se encuentra de pie, mientras que la mujer se recuesta
malhumorada en la silla.
Está cercada por la silla, prisionera de sí
misma, rodeada por todas partes. Los brazos de la silla la confinan y, sin
embargo, la silla apenas se distingue del fondo de la pintura, está dentro de
su propio contexto.
La ventana le ofrece una posibilidad de salida, pero la
contiene la baranda de hierro. El destaca, posee un dinamismo que a ella le
falta. El cuadro no puede contenerlo y su cabeza sobresale del marco para
incursionar en el mundo exterior.
La única palabra de esta hostil conversación
es la escrita en la barandilla “Non” Ambos personajes se niegan
mutuamente para siempre.