Encarna Pérez

Encarna Pérez

domingo, 21 de octubre de 2012

MATISSE: La conversación


En “La conversación” se ve a un matrimonio conversando; sin embargo, esa conversación es muda, los personajes son inexorablemente opuestos: el hombre (un autorretrato) es la figura dominante, se encuentra de pie, mientras que la mujer se recuesta malhumorada en la silla. 
Está cercada por la silla, prisionera de sí misma, rodeada por todas partes. Los brazos de la silla la confinan y, sin embargo, la silla apenas se distingue del fondo de la pintura, está dentro de su propio contexto.
La ventana le ofrece una posibilidad de salida, pero la contiene la baranda de hierro. El destaca, posee un dinamismo que a ella le falta. El cuadro no puede contenerlo y su cabeza sobresale del marco para incursionar en el mundo exterior. 
La única palabra de esta hostil conversación es la escrita en la barandilla “Non”  Ambos personajes se niegan mutuamente para siempre.

martes, 9 de octubre de 2012

EL SECRETO MEJOR GUARDADO DE SOROLLA: SU MUJER


Desde que Sorolla conoció a  Clotilde, los dos eran adolescentes, no se separaron. Esta mujer lo fue todo para el pintor: esposa, musa, su modelo favorita, la madre de sus tres hijos y hasta su minuciosa contable, el pintor  la llamaba “mi ministro de hacienda” 
En este cuadro consigue que las sábanas satinadas de color rosáceo junto  al sensual cuerpo de Clotilde sean los auténticos protagonistas del cuadro, la luz ilumina de forma brillante los tonos blancos y rosas pero pierde intensidad al  acariciar el cuerpo desnudo.
La evocación a la Venus del espejo de Velázquez, la sensualidad, delicadeza y atractivo irresistible, invita al espectador a pasear la mirada por toda la obra.

sábado, 6 de octubre de 2012

¿PUDO SER ESTE EL ASPECTO ORIGINAL DEL PARTENÓN?


Según las descripciones antiguas este pudo ser el aspecto del interior del Partenón (s.V.a.d.C) con la mágnífica escultura de Fidias: una gigantesca imagen de madera, de unos once metros de altura, como un árbol, totalmente recubierta de materias preciosas: la armadura y las guarniciones, de oro; la piel, de marfil. 
Estaba también llena de color brillante y vigoroso sobre el escudo y otros lugares de la armadura, sin olvidar los ojos hechos de piedras preciosas resplandecientes. 
En el dorado yelmo de la diosa sobresalían unos grifos, y los ojos de una gran serpiente enrollada en la cara interior del escudo estaban marcados también, sin duda, por dos brillantes piedras. Debió haber sido una visión atemorizadora y llena de misterio la que ofrecía al ingresar en el templo y hallarse, de pronto, frente a frente con esa gigantesca estatua. 
Era, sin duda alguna, casi primitiva y salvaje en algunos de sus aspectos